24.09.2016

Ajuste más endeudamiento, por Martín Astarita.

Deuda y fuga son mecanismos que sólo pueden hacerse viables si existe previamente un profundo proceso de concentración de ingresos a favor de las fracciones del capital y en contra de trabajadores.
Una de las notas económicas distintivas en los primeros meses de la presidencia de Mauricio Macri es el incremento en los niveles de endeudamiento. Al respecto, la deuda total del gobierno nacional pasó de representar del 25 al 31 por ciento del PIB. Parte sustancial del pasivo en moneda extranjera se debe a la emisión de bonos para el pago a los fondos buitre y financiar déficit fiscal (16.500 millones de dólares), mientras que las Lebac constituyen el núcleo fundamental de la nueva deuda en pesos.

El arreglo con los fondos buitre abrió la posibilidad para que otros actores incurran en esta práctica. Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, la Ciudad de Buenos Aires, Chaco, entre otras jurisdicciones, tomaron deuda en estos últimos meses, en dólares, a tasas del 8 por ciento aproximadamente (en algunos casos superiores). Y para que nadie quede afuera del festival, muchas empresas han seguido el mismo camino: YPF, Arcor, Cablevisión, Petrobras Argentina, Banco Galicia, entre las principales.

En paralelo a este nuevo ciclo de endeudamiento se produjo también una intensificación de la fuga de capitales: en los primeros seis meses del año alcanzó los 5996 millones de dólares, superando ampliamente los registros de los últimos años.

¿En qué medida y de qué manera ambos fenómenos, el endeudamiento externo y la fuga de capitales, se encuentran relacionados? ¿Se trata de una vuelta a la lógica del modelo de valorización financiera, concepto acuñado por el economista Eduardo Basualdo para describir el modo de funcionamiento de la economía argentina entre 1976 y 1983?

Para responder a este interrogante, interesa describir los rasgos de dicho modelo. En términos muy sintéticos, el mecanismo básico era que las empresas del sector privado tomaban deuda en el exterior a una tasa baja (en un contexto internacional de liquidez), y luego lo prestaban en el mercado local a tasas de interés más altas. La diferencia, obtenida en pesos, la convertían a dólares, es decir, la fugaban. El Estado, para completar el ciclo, se endeudaba en el exterior para cubrir el faltante de divisas.

Hay tres características distintivas del modelo de valorización financiera: un cambio en la composición de la deuda, pues junto al incremento de las obligaciones del sector público, se produjo una expansión aún mayor del endeudamiento de las grandes empresas oligopólicas; una subordinación, en cuanto al ritmo y las modalidades, de la deuda estatal a la lógica de la nueva forma de acumulación de capital de las firmas privadas; y una persistente diferencia entre la tasa de interés local e internacional. En este esquema, el Estado cumplía un rol fundamental, no solo porque posibilitó la fuga de capitales locales al exterior, al proveer las divisas demandadas a través de su propio endeudamiento externo, sino también porque al endeudarse en el mercado local, la tasa de interés interna superó sistemáticamente al costo de endeudamiento en el mercado internacional.

Durante la vigencia de la valorización financiera, todas las variables de la economía real estaban supeditadas a lo que ocurría con las finanzas. Al respecto, las empresas se endeudaban no para ampliar sus capacidades productivas sino para hacer un diferencial con las tasas de interés. A su vez, el endeudamiento público estaba destinado, centralmente, a cubrir la fuga de los privados.

Con la información disponible, y el poco tiempo transcurrido, es muy difícil afirmar que en estos primeros meses de gobierno macrista se haya reeditado una lógica similar a la de la valorización financiera.

En primer lugar, a diferencia de épocas precedentes, en la actualidad fue el Estado quien, a través del acuerdo con los fondos buitre, ha tomado la iniciativa y la delantera en materia de endeudamiento externo, acompañado luego por muchos gobiernos provinciales y el sector privado.

En segundo lugar, es necesario señalar que existen distintas metodologías para estimar el denominado proceso de fuga de capitales. La cifra de casi 6000 millones de dólares se alcanza al contemplar la formación de depósitos bancarios, que han aumentado en forma significativa en los primeros meses del año. Ello tiene que ver, principalmente, con la salida del llamado “cepo cambiario”.

En tercer lugar, el aumento de depósitos bancarios en dólares les ha permitido a las entidades bancarias contar con una cantidad significativa de recursos que empezaron a prestar a los privados (empresas y personas). Estos préstamos, principalmente de corto plazo, se concentraron en la actividad agroexportadora. Cabe recordar un aspecto fundamental que limita el reinicio de un proceso de valorización financiera. Tras el estallido de la convertibilidad, el gobierno de Eduardo Duhalde emitió en 2002 un decreto, aún vigente, por medio del cual los bancos sólo pueden prestar dólares a aquellas compañías que perciban sus ingresos en la misma moneda. Esta disposición tuvo como objetivo principal, justamente, evitar que se produzca lo que fue el gran flagelo durante el esquema convertible de los años ‘90, el descalce de monedas.

El actual gobierno, en el último tiempo, ha tendido a relajar esta restricción, ampliando el espectro de tomadores: se les permite endeudarse en dólares ya no solo a los exportadores sino también a proveedores de compañías que exporten. Pero la esencia de la normativa sigue vigente, y constituye un límite para reinstaurar la lógica de la valorización.

En síntesis, las evidencias disponibles hasta el momento no permiten concluir que se haya reeditado la lógica de valorización financiera, al menos no en la forma y medida en que rigió a fines de los años ‘70 y durante los ‘90. Esto no significa, de todas maneras, que, por relajación de las regulaciones financieras, se haya dado lugar en estos meses a la entrada de capitales golondrinas que entran y salen del país, haciendo extraordinarias ganancias aprovechando la alta tasa de interés interna. Pero, en todo caso, el mecanismo es distinto y no tiene los alcances de lo que fue el modelo de valorización antes descrito.

El fundamento

Al margen de estas consideraciones, cabe hacer notar un elemento de fundamental importancia para comprender el modelo de valorización financiera y sus posibilidades de ser reimplantado en la actualidad. El endeudamiento externo y la fuga de capitales son dos fenómenos que no solo están conectados entre sí, sino que se vinculan orgánicamente con un tercer elemento, clave en esta historia, y es el nivel de explotación de la clase trabajadora.

Según reconoce el propio Basualdo, la deuda no genera valor por sí misma. Esto significa que la génesis del proceso de acumulación en la valorización financiera debe buscarse en otro lado. Su fundamento solo puede provenir del único generador de valor en una sociedad capitalista, la clase trabajadora y la extracción de plusvalía. Intensificar los niveles de explotación, por ende, constituye un prerrequisito fundamental para cualquier estrategia de valorización financiera. No por casualidad, tanto durante la última dictadura militar como en el menemismo, se produjo un notable proceso de redistribución regresiva del ingreso. Esa masa nueva y ampliada de recursos, en pesos, es la que fue extraída a los trabajadores y posibilitó a distintas fracciones del capital convertirlas a dólares, o sea, fugarla. El endeudamiento externo del Estado para cubrir ese vacío es en rigor el último paso de este ciclo.

La descripción de estos elementos permite no solo conocer el pasado sino también indagar en las posibilidades actuales para reeditar un modelo de valorización financiera. El mayor límite y desafío que encuentra el gobierno nacional pasa por el salario real de los trabajadores y las resistencias que puede encontrar para profundizar una redistribución regresiva del ingreso. En estos primeros meses de gobierno, se produjo una caída de aproximadamente el 12 por ciento del salario real. Es muy significativa, pero aun así, en términos comparativos, la Argentina sigue teniendo un “costo” salarial en dólares muy superior al de otros países de la región.

Existe un llamativo consenso, entre oficialistas y algunos sectores opositores, en que el gobierno puede encontrar en el endeudamiento externo la llave para consolidarse en el poder. La idea es que, con deuda, se morigeran las necesidades de un ajuste tan brutal contra los ingresos populares. Desde esta óptica, la Argentina podría, vía endeudamiento, cooptar materialmente a ciertas capas medias de la sociedad y con ello dar sustentabilidad económica y política a su proyecto.

De acuerdo con lo analizado en esta nota, por el contrario, el endeudamiento y la fuga de capitales son mecanismos que, en una lógica de valorización financiera, solo pueden hacerse viables en el tiempo si existe previamente un profundo proceso de concentración de ingresos a favor de las fracciones del capital y en contra de los trabajadores. En síntesis, no hay un dilema entre endeudamiento y ajuste. La fórmula, como enseña nuestra propia historia, es ajuste más endeudamiento.
 
Fuente: Página 12.

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