Dos hombres que, criados como niños expósitos, ejercen de monaguillos y traman un plan: quedarse con la Parroquia de Santa Eludiges. Para esto deberán sacarse de encima el mayor escollo: el padre Roberto.
Elenco: Fernando BellettI y Omar Jacquier. Dirección: Omar Jacquier. Y un gran equipo.
Entradas:
Generales anticipadas $12.000
Generales en puerta el día del evento (2hs antes) $ 15.000
Afiliados y jubilados $ 10.000
Venta en ATE SOCIAL (Rivadavia esq. Hipólito Yrigoyen) de lunes a viernes de 8 a 15.30 hs., ó 2 horas previas a cada función, en boletería del teatro.
Medios de pago: efectivo, débito, QR
“Niños Expósitos”: el humor como ritual de pensamiento
La obra Niños Expósitos de Rafael Bruza, dirigida por Omar Jacquier e interpretada por el mismo Jacquier y por Fernando Belletti, se despliega como un ejercicio teatral de agudeza y provocación, donde el humor no es mero entretenimiento, sino un recurso eficaz para abordar un texto ácido, inteligente y profundamente polémico. Desde el primer momento, cuando se entregan los programas de mano, el espectador se ve inmerso en una atmósfera casi litúrgica que interpela tanto desde lo visual como desde lo verbal.
El dinamismo constante de la puesta se sostiene en gran medida por el despliegue corporal de los actores, que transitan con precisión y entrega una partitura escénica oportunamente diseñada. Cada gesto, cada inflexión de voz, cada desplazamiento parece estar al servicio de mantener al espectador en una permanente sorpresa, como si la obra se reinventara escena tras escena. Esta búsqueda de ritmo y tensión se ve reforzada por las canciones intercaladas entre escena y escena, que marcan el pulso de la puesta y funcionan como explosiones de comicidad.
El humor en Niños Expósitos no suaviza el contenido, sino que lo potencia. La desopilante mención a las ofrendas de comida, por ejemplo, no solo genera risa, sino que abre una grieta para pensar en la lógica de la reparación, en el acto de ofrendar como respuesta al acto de ofender. En ese gesto, la comida aparece como símbolo de reconciliación, pero también como ironía frente a los excesos de solemnidad. La frase “Negar a Dios es un acto de soberbia, como afirmar su existencia también lo es” resuena como un núcleo filosófico que condensa la tensión entre fe, duda y arrogancia intelectual. El humor, entonces, se convierte en vehículo para transitar esas zonas grises sin caer en dogmatismos.
“Niños Expósitos” es una obra que se atreve a pensar desde el humor, a incomodar desde la risa, y a invocar desde la irreverencia. En ese cruce entre lo sagrado y lo profano, entre lo corporal y lo filosófico, entre lo terrenal y lo poético, se revela una puesta que se ofrenda como un plato compartido en una mesa de pensamiento colectivo.