Artistas Santafesinos

AYMÁ FEDERICO

  • especialidad: Dibujo
  • Historial:

    Federico Aymá. Canto y grito de un dibujante
    Si bien en cierta medida breve, la vida artística de Federico Aymá fue intensa. Porque la intensidad de la concepción se mide en la hondura del gesto; en la generosidad por levantar ideas a la categorías de símbolos, en la conciencia de servir a la expresión con los más rigurosos matices del lenguaje. En su caso, sirvió al dibujo, a la pintura y a las formas q se estructuran sobre un piano, siguiendo todo esos imperativos. Por ello, seguramente por ello, llegó a armar como una naturaleza propia los mundos de tinta y papel, el deslizar de un lápiz graso sobre la tersura de una hoja de Ingres o de Fabiano, la riqueza pigmentaria en grises del grafito…
    Nacido en Paraná en 1941, fue en verdad más santafesino que entrerriano. Porque aquí descubrió que en el arte se podía hallar su camino verdadero, su voz de confesión, su altura. Y conociendo a nuestros artistas – carlas con Supisiche y Planas Casas, análisis de la obra de Espino, entretiempos en la Escuela de Museos – fue afirmando en convicción lo que inicialmente solo eran intuiciones de mensaje.
    Su primera muestra fue en la Alianza Francesa de Santa Fe, en 1962, donde 17 dibujos de línea sensible y comunicativa atmósfera, perfilaron un comienzo promisorio. Un año mas tarde el Museo Municipal de Artes Visuales recibió 90 nuevas obras de su autoría, testimonio más que de una proliferidad realizativa, de un verdadero ritmo de trabajo sostenido y si pausas.
    Decir que Federico Aymá dibujo siempre, no es más que sugerir una realidad. Cabria más afirmar que dibujó tanto cuanto respirara; febrilmente, con una entrega fervorosa y clara, sin darse tregua, aunque también, repensando siempre su propia realidad artística insatisfecho que busca y busca…
    La figura humana concentra en gran parte su ambición de descubrir estados del alma, pasiones, enlaces, y desencuentros de la existencia.
    En 1979 se va con su esposa y su hijita del país. Recala en España, cerca de Barcelona, en un poblado que mira al mar. Allí permanecerá nueve años, hasta el regreso a Santa Fe para morir.
    Dibuja y enseña a los niños de una escuelita. También abre su taller para otros alumnos, entre tanto teje alguna nostalgia y permanece insomne frente a la urgencia de sus personajes de tinta papel.
    La mancha, la línea, culebreante, el espacio que da paso y a la vez enmarca una escena, viven infinidad de posibilidades en sus nuevas series y motivos.
    Cientos y cientos de dibujos eslabonan estados anímicos que Aymá sabe canalizar tanto con sensibilidad como con talento. El diálogo de las formas se ahonda y, más de una vez, penetra como un integrante casi mordaz respecto de la justificación de la existencia.
    Regresa al país con los suyos, cuando se siente herido de muerte. Días en que, sintiéndola sobre su hombro, vuelve a respirar aire provinciano de la ciudad frente al río, a caminar sus calles empedradas, a volver a abrazar algún amigo…
    Y el fin llegó, sin apresuramientos, hace exactamente un año. Cayendo sobre sus 45 años.
    Aymá no representa necesariamente al dibujo argentino, pero es de los dibujantes de línea fluida y a la vez convergente que lo prestigian.
    Su obra es una larga continuidad. No hay en ellas rupturas ni “saltos”, como es casi humano que ocurra en toda labor de creación, siempre sujeta a vaivenes emocionales. Hay en cambio en ella un ajuste severo, sin concesiones que hace que hasta el más pequeño apunte proyecte su breve dosis de misterio, de trasfondo a descifrar.
    Hay que entrar en él sin preconceptos ni determinismos. En tal estado, descubriremos a un dibujante que supo dar caudal al río incesante de sus visiones y sus sueños.


    J.M. Taverna Irigoyen
    Diario “El Litoral” Santa Fe 29/04/1988

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