El increíble castillo vagabundo

Criticas
Si ingresar a un cine, para un niño, es sumergirse en un mundo de magia en el que todo lo que sucede ante sus ojos es posible, Hayao Miyazaki es uno de los mayores talentos a los que conviene seguir, película por película, se tenga la edad que se tenga. El creador de Princesa Mononoke y El viaje de Chihiro devuelve el encanto de los cuentos de hadas, pero con una mirada por momentos entre sombría y trágica: a ninguna niña le gustaría que, por un hechizo, la conviertan en una ancianita de noventa años.
La magia, esa magia que JK Rowling supo rescatar de las novelas de antaño en la saga de Harry Potter, se entrecruza en el nuevo relato del maestro japonés. Miyazaki continúa realizando sus películas dibu jando con sus propias manos, nada de computación. Y ese rasgo le ofrece a sus filmes un toque distintivo, que los chicos advierten más allá de los rostros de sus personajes, con características del animé.
Esta vez, Miyaaki se basó en un cuento de una autora occidental, Diana Wynne Jones, Howl's Moving Castle (1986). Sofi se resiste a atender a la Bruja Calamidad en la tienda de sombreros, y sufre un embrujo. Sofi había sido rescatada por un hechicero, del que se dice se devora los corazones de las jóvenes, cuando dos soldados querían aprovecharse de ella. Howl vive en su propio castillo móvil, el que de acuerdo a las necesidades, y moviendo un disco al lado de la puerta, lo deposita en la ciudad europea en plena guerra donde se desarrolla la película, o en el campo.
Porque El castillo... cruza el misterio del amor juvenil con los temores propios de cualquier enamoramiento. La riqueza en los personajes secundarios es la que no dejará de asombrar a grandes y chicos. El fuego de ojos saltones que "cuida" el castillo de Howl, el espantapájaros que ayuda a Sofi, el aprendiz de mago que secunda a Howl y el mismísimo castillo guardan sorpresa tras sorpresa en sus apariciones.
Entenderá el lector que El castillo es una película para chicos, pero también que llegará muy bien al corazón de jóvenes y obviamente de los mayores. Esa historia de amor que no se esconde sino que se potencia entre el mago y la joven, la de la guerra, la maldad de una bruja reconvertida, y todo ese mundo mágico en una ciudad europea de tiempo indefinido pero de colores brillantes harán el deleite de todos.
Miyazaki hace uso de la ironía para ayudar a los chicos a comprender que adaptarse a lo que el destino —todo un tema para el realizador— le ha deparado a Sofi no está mal. Ella sigue siendo la misma, aunque el reflejo del espejo le diga lo contrario. Sofi mantendrá por momentos la ropa de anciana y volverá a tener un rostro joven, depende de la ocasión. No hace falta leer entrelíneas: Miyazaki habla de un amor profundo, de un corazón puro y de un entendimiento entre los personajes más allá de la apariencias, y en el que enemigos pueden covertirse en amigos. Es cuestión de magia.
Por Pablo O. Scholz de Clarín
09/02/06
Clarín: Excelente
La Nación: Muy Buena